Lo que partió como una actividad casual junto a sus padres terminó abriendo un mundo de amistades, aprendizajes y nuevas formas de pensar. Desde sus primeras partidas en el Prince of Wales Country Club hasta torneos en Estados Unidos, Thomas Lewin cuenta cómo el Bridge se volvió una herramienta clave en su desarrollo académico y personal.
Una lesión en el hombro y una invitación casual marcaron el inicio de una pasión. Fue en marzo de 2023 cuando Thomas Lewin decidió acompañar a sus padres a sus clases en la Academia de Bridge del Country. Formaban parte de la primera generación de jugadores del Club, integrada por doce socios que comenzaron desde cero y que, en su mayoría, aún participan activamente. “Como no tenía mucho qué hacer, me subí al auto”, recuerda. Lo que parecía solo una manera de pasar el tiempo se transformó en una actividad constante: jugaban alrededor de siete horas semanales. “Nunca imaginé que algo tan espontáneo terminaría influyendo incluso en mi formación académica”, comenta.
Su primera experiencia en competencia, durante un torneo organizado en el Salón de Bridge del PWCC, fue intensa y agotadora, pero le permitió conocer a muchos socios y forjar nuevas amistades. “No estaba preparado para jugar tantas horas seguidas. Quedé molido”, reconoce. A pesar del mal resultado, la experiencia lo motivó a tomarse el juego con mayor seriedad: ahora se prepara a conciencia antes de cada torneo, con todo lo necesario para rendir al máximo —incluidos los infaltables scones del Country.
Una nueva forma de pensar (y de conectar)
Actualmente, Thomas cursa un magíster en Marketing en Northwestern University, en un entorno académico exigente y diverso. En ese contexto, el Bridge se ha transformado en una herramienta inesperada para conectar con personas de distintas disciplinas y culturas. “El Bridge es un lenguaje universal. Si juegas bien, puedes conversar de igual a igual con PhDs en Matemáticas o Ciencias de la Computación”, comenta. Gracias a esta afición, ha ampliado su círculo social y ha encontrado nuevas oportunidades para aprender.
Pero el mayor valor que rescata está en cómo el Bridge ha moldeado su forma de pensar. “Me entrenó para ser más analítico, más preciso. Me ha vuelto más ágil mentalmente”, dice. Esa estructura lo ha ayudado a enfrentar desafíos académicos complejos, como los modelos econométricos que analiza en su programa de estudios. Además, las conexiones que ha creado a través del Bridge han dado pie a nuevas amistades y pasatiempos. “Un amigo del Club me metió en su grupo de escalada en roca, y ahora es uno de mis panoramas favoritos”, cuenta.
Para Thomas, este juego es mucho más que una actividad recreativa: es una comunidad, una red y una forma de ver el mundo. “El Bridge exige mucha planificación, estrategia y capacidad para evaluar múltiples escenarios, y todo eso se traduce directamente en otras áreas de mi vida académica y personal”, concluye.
